Isabel
Sierra, doctora en Psicología
Junio
2012
Desde un punto de vista social, el concepto de “ciudad” incluye tanto
los aspectos estructurales y dinámicos relativos a los elementos físicos que la
conforman (edificaciones, vías urbanas), los elementos facilitadores de la
actividad humana (comercio, transporte, servicios) y finalmente los aspectos
sociales y relacionales que conforman la vida, el “alma” del entorno físico.
Sin entrar en jerarquizar estos elementos, sí podemos pensar en qué es primero:
las personas que habitan en un lugar y tienen necesidades comunes que generan
propuestas de uso común, o bien son los aspectos geográficos, climáticos o
urbanísticos los que condicionan la forma de la ciudad y, posteriormente las
personas se adaptan a ellos?
Las tendencias de futuro
indican claramente que las ciudades seguirán creciendo, especialmente en los
países que ahora se encuentran en fase de desarrollo. Nuestro reto, entonces,
no es solamente ofrecer más servicios para más población, sino también aprender
de lo vivido en la sociedad occidental y realizar un esfuerzo para mejorar la calidad de las condiciones de
vida en la ciudad. Las tendencias más recientes se esfuerzan, por un lado,
en mejorar las características de las viviendas y otras edificaciones desde el
punto de ahorro energético, ya que la evidencia sobre la falta de
disponibilidad de recursos energéticos en el futuro y la necesidad de sistemas
de ahorro, ha puesto sobre la mesa ese problema con alta prioridad. Pero
también se han dedicado esfuerzos a investigar sobre los efectos de
determinadas prácticas y tendencias, como en el caso de la extrema densidad
urbana (Indovina, 2007), de la segmentación drástica (Webster-Glasze-Frantz,
2002), o de la infravivienda en forma de slums
(Davis, 2004).
Apuntando desde otro
paradigma, el de las ciencias humanas y la salud, pero enfocando hacia el mismo
lugar, queremos aportar en este artículo un nuevo concepto a incorporar en la
planificación urbana y la visión global de la ciudad, precisamente poniendo el
énfasis en sus habitantes: la población y sus necesidades sociales y de salud. La Organización Mundial
de la Salud, a
partir de la evidencia de numerosos estudios, define una línea claramente
prioritaria: “el urbanismo saludable” (OMS, 2012) Además de otros factores, la
propuesta señala la necesidad de identificar criterios claros a aplicar en
todos los elementos del diseño y la planificación urbanística. En este apunte
de hoy nos centraremos en los aspectos que se refieren a la vivienda en
concreto. Hemos orientado la clasificación pensando en los “actores”
urbanistas, en los escenarios sobre los que actúan, en las dimensiones que
contemplan en el proceso de planificación y definición de las características
de los edificios destinados a las viviendas. Los ejes transversales que pueden
afectar a la salud de las personas (el agua, aire, luz, higiene, silencio, etc)
se encuentran en una u otra forma en cada uno de estos escenarios, así que en
el cruce de ambos ejes podemos encontrar las propuestas de actuación:
La ubicación: Aspectos a tener en cuenta, que tienen que ver con las condiciones
físicas del lugar, en relación a:
- Nivel de contaminación del aire, del agua que pueda
haber en entornos cercanos (aguas estancadas, vertidos en ríos o mar...) y la
derivada de campos electromagnéticos.
- Contaminación acústica por industria, equipamientos
de ocio, vías de transporte intenso u otras fuentes de ruido por encima de los
niveles autorizados.
- Características del suelo que dificulten la
accesibilidad para todas los habitantes (niños pequeños, personas con
discapacidad, etc) o signifiquen mayores riesgos de accidentalidad.
Estos elementos afectan claramente a la salud de las personas, en
diferente grado e intensidad. Según los estudios realizados por diferentes
disciplinas, el impacto de la contaminación del aire afecta a los problemas
respiratorios y cardiovasculares, así como el exceso de ruido es un elemento
decisivo en los trastornos del sueño y la ansiedad. La insalubridad del agua es
determinante para los problemas gastrointestinales y las intoxicaciones, así
como la exposición a campos electromagnéticos –aunque controvertida- parece
relacionada con algunos tipos de cáncer.
El entorno inmediato: Los elementos que provienen del entorno de la vivienda, el barrio y la
comunidad son también determinantes para la autonomía personal y el desarrollo
de actividades vinculadas directamente con la salud de las personas. Por
ejemplo, el diseño de los espacios exteriores y semiexteriores vinculados a la
vivienda (jardines, patios, porches, etc.) deberían tener en cuenta:
- el mayor contacto posible con la luz, la vegetación
y la circulación del aire fresco
- espacios para la relación interpersonal, el juego
infantil y la diversificación de usos por parte de diferentes grupos humanos
- la seguridad en el entorno inmediato a la entrada de
las viviendas
- la ausencia de espacios vacíos que faciliten la
insalubridad o abandono
- la iluminación artificial suficiente, otros
elementos urbanos: papeleras…
- el acceso a transportes públicos
- la seguridad y control de higiene de las zonas de
uso común.
- las canalizaciones adecuadas, así como la gestión de
residuos urbanos
Todos estos aspectos afectan en gran medida a la sensación de
seguridad personal en el entorno de la vivienda, así como a evitar fuentes de
infecciones y plagas. Estas condiciones favorecen asimismo las relaciones
personales, evitando el aislamiento social y proporcionando redes de apoyo
social, especialmente importantes para personas mayores o familias
monoparentales. Asimismo, aseguran condiciones de salubridad en el entorno
inmediato y creación de hábitos de uso del espacio que promueven el
mantenimiento y buen uso.
El edificio
- desde el punto de vista de sostenibilidad y ahorro,
pero también beneficiosos para la salud, los edificios de viviendas deberían
disponer de dos elementos básicos, ya sea para uso individual o bien para más
de un edificio: placas solares para la captura de energía y depósitos de aguas
pluviales para usos diferentes del consumo humano.
- diseño óptimo del cerramiento, incorporando
envolventes exteriores superaislantes, para facilitar un buen control climático
y de humedad y garantizar así un adecuado confort término, acústico y lumínico.
- localización diferenciada de elementos “limpios” del
edificio respecto a elementos “sucios”, como garaje, almacén, lavanderías…
- sistemas de purificación del agua a escala de
vivienda.
- control estricto de los materiales no contaminantes
de las tuberías
- uso de pinturas de base acuosa, menos contaminantes
- control del uso de toxinas y agentes contaminantes
en el edificio
- instalación de ascensor/es
- seguridad respecto a terrazas superiores y acceso a
zonas de riesgo
- ausencia de elementos externos de decoración del
edificio que faciliten la retención de agua (prevención mosquito tigre) o heces
de palomas.
- uso de tecnologías y sistemas constructivos que
permitan la “deconstrucción” del edificio al final de su vida útil con
materiales fácilmente reciclables. Diseño del edificio con sistemas de
distribución que permitan su adaptación a los cambios de uso y evitar el
vertido de escombros.
- previsión de espacios comunes en el edificio para
reuniones, realización de actividades, en la medida de lo posible.
Aspectos como los señalados evitan algunos de los riesgos para la
salud asociados a los edificios, como los relacionados con el confort térmico y
acústico, la seguridad general y la ausencia de intoxicaciones y producción de
plagas e infecciones derivadas de animales que deambulan por el exterior o
interior del edificio, en zonas comunes.
La vivienda
- diseño eficiente pensando en usos múltiples de la
vivienda a lo largo del ciclo de vida de las personas
- distribución equitativa considerando las necesidades
de espacio vital.
- la iluminación natural en la vivienda, así como la
racionalidad de la iluminación artificial, en equilibrio en las diferentes
piezas.
- la calidad del aire, con ventanas en todas las
piezas, sistemas adecuados de ventilación, compatibles con los sistemas de
climatización.
- uso de pinturas y materiales de acabado no
contaminantes (libres de formaldehídos y compuestos químicos)
- mantenimiento del equilibrio calor-frío y humedad.
- aislamiento de cableado y cajetines eléctricos para
disminuir la contaminación electromagnética.
- aumento de las posibilidades de autonomía de los
usuarios en cuanto al control de las condiciones de la vivienda.
- sistemas domóticos y/o autorregulables, para
personalizar el uso de algunos elementos (conexión entre viviendas, telealarmas,
video vigilancia en zonas de juego, acceso a redes telemáticas.., )
- accesibilidad y/o posibilidades para reformas en
caso de disminución de la autonomía de los ocupantes.
- mobiliario y electrodomésticos de bajo consumo y
adaptables según estatura, numero de ocupantes, incapacidades…
- control de las humedades para evitar la generación
de hongos, bacterias y elementos alérgenos
- diseño seguro de las terrazas, balcones, ventanas.
- evitar elementos exteriores que puedan generar
estancamiento de aguas (mosquito tigre) y
acumulación de heces de animales (palomas, gatos..)
Vemos, a lo largo de estos cuatro escenarios, que el impacto sobre la
salud a veces es unicausal (como en el caso de una infección bacteriana) pero a
menudo responde a factores múltiples y superpuestos (como los trastornos
mentales o el cáncer), siendo en los colectivos de personas con más
dificultades sociales en donde se acumulan los factores de riesgo. La atención
a estas condiciones óptimas de las viviendas es aún más relevante para aquellos
proyectos destinados a zonas de la ciudad en los que se prevee que habite
población con problemas sociales y económicos, de forma que el coste inferior
de la vivienda no repercuta en las condiciones mínimas relacionadas con la
salud.
La visión de un futuro urbano
cada vez más complejo nos lleva hacia la complementariedad de las disciplinas,
los paradigmas y los métodos. Estamos seguros de que la confluencia entre los
criterios de sostenibilidad y de calidad ambiental están estrechamente
relacionados con los que son necesarios para garantizar la salud de las
personas y la calidad de vida en las ciudades.
Nuestro propósito es alinear los argumentos y las propuestas a fin de
generar un criterio común de beneficio múltiple.
Referencias bibliográficas
- Davis,
M. (2004) Planet of Slums. New Left Review, n.26
- Indovina, F (2007) La ciudad de baja densidad. Lógicas, gestión y
contención. Barcelona. Diputación de
Barcelona
- Scott, A. (2008) Incide the city: on urbanisation, public policy and
planning. En Urban Studies, vol. 45, num. 4
- Webster, Ch. Glasze, G. Frantz, K. (2002),
The global spread of gated communities. En Planning and Design, Vol. 29.
- WHO (1999) Creating healthy
cities in the 21st century. En Sattertwaite, D. et
al. The Earthscan Reader on Sustainable Cities. London, Earthscan
Publications.
- WHO (2012) Healthy cities
program.